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Virgen de los Dolores. Bailén |
Ahora, algunos meses después, me lleno de una nueva esperanza deseando de oír aquella campana que anuncia tu regreso. Deseando quedarme contigo a solas y en el silencio decirte cuanto te quiero.
Quiero encontrarme con tus ojos marrones que miran más allá de la carne humana y se adentran en lo más profundo de nuestro corazón; allí es donde podré oír de nuevo tu voz, guiándome cada mañana; dándome fuerzas para seguir adelante y no decaer; susurrando un hilo de consuelo donde hay tanta tristeza.
Quiero encontrarme con tus manos; quiero agarrarme a ellas con fuerza para no quedarme en el camino; quiero sujetarme para así estar contigo.
Sólo quiero estar contigo. Hacer de los externo silencio; borrar lo que me rodea; Tú y Yo; sólo los dos. Así podré escuchar tus palabras, tus silencios; sólo así descubriré hacia dónde he de ir; cómo he de caminar... Nadie podrá romper esa complicidad, porque el lazo que una a una madre con su hijo es inmortal.
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Cristo de la Soledad. Bailén |
Diste tu vida por mí; te entregaste para perdonarme, y ni siquiera soy capaz de darte las gracias como tú quieres. Demostrar que se ama es difícil; pero tu rompiste los esquemas; Amor es entrega; y la humanidad sigue sin darse cuenta. Amor es luz de verdad; y seguimos en la mísera oscuridad mundana. Abriste tus brazos para abrazar al mundo con ellos y así salvarnos a todos; a todos, incluso a los que te entregaron a la despiadada muerte. Pero tú eres más fuerte que el odio y la venganza; y con tus humildes armas venciste; y ahora vives para siempre.
Silencio, sosiego, paz... suena la campana. Ya es tiempo de encuentro, de silencio... de esperanza.